Hace unos meses vino una chica a tatuarse un farolillo azul.
Sabéis que me gusta, si el tattoo lleva una historia detrás, compartirla con vosotros. La historia de Elena, me encantó y como ella, aparte de estudiar, es músico y poeta, le pedí el favor de que me contase ella misma su historia. Acabo de recibirla y no quiero que pase un día más sin compartirla con todos vosotros.
Leed y disfrutad porque es pura poesía. Imposible de transmitir mejor el porqué de su tatuaje con el sentimiento con que ella lo ha hecho, así que transcribo tal cual sus palabras … Gracias Elena por esta historia!!
Yo, que vivo obsesionada con el tiempo, encontré un lugar donde las horas no pasaban. Donde todo el mundo eran ellos y no el resto, donde la cerveza valía tanto para olvidar como para brindar, donde podías llorar, porque te harían reír, donde podías cantar a pleno pulmón, porque el otro medio te lo iba a ofrecer otra voz.
Hubo un lugar, que se llamaba ‘La Estación’, donde si perdías un tren, luego venían tres a recogerte. Donde la esperanza no era un motivo para seguir adelante, sino una bandera. Una canción, un baile, una barra donde desahogarte pero nunca te ahogarías, un mar abierto para llegar a una isla que nunca hubieras imaginado. Hace un mes decidí dejarlo escrito en la piel. Porque si algún día pierdo la memoria, quiero que este faro me la recuerde, igual que cuando me asomaba a la calle Peral a las cuatro de la mañana y veía que mi familia al final de ella me iba a estar esperando.
Nunca tendré palabras para describir lo que he sentido, siempre quedarán las canciones, pero por más que den la vuelta al mundo y lo recorran conmigo, llevarán la marca de donde he muerto y he vuelto a renacer. Donde todos los Domingos serán Martes, y seguiré creciendo a tragos largos. Donde la música siempre seguirá soñando.